¿Cómo puede emplearse la monitorización para la gestión de riesgos de las estructuras?

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El riesgo estructural se podría definir como la probabilidad de que se produzca un daño en la estructura debido a la influencia de algún hecho predecible o impredecible.
Se parte del principio de que el “riesgo cero” no existe, y de que siempre habrá incertidumbres asociadas a un diseño inadecuado, incorrecta construcción, deficiente mantenimiento, mal uso, acciones extraordinarias, deterioro, etc., que hacen que la posibilidad de daños sea un hecho a valorar de forma permanente. En este sentido, la monitorización representa una herramienta de gran utilidad.
Para integrar la monitorización con el análisis de los riesgos, sería necesario identificar las “zonas singulares” o riesgos de daños más probables en la estructura a instrumentar, con el fin de seguir de cerca la respuesta de la estructura en estos puntos.

Cobran particular interés las zonas con grandes luces, elementos muy esbeltos, sistemas o detalles no
tradicionales, puntos críticos cuyo fallo represente un daño crítico para la estructura, zonas más sensibles a factores ambientales, acciones o eventos extremos, entre otros de naturaleza similar. En este sentido, se considera fundamental la participación del proyectista para la definición de los puntos singulares que conviene medir, así como expertos en patologías de estructuras y daños durables, junto con el equipo de instrumentación, para la correcta definición de las necesidades y la correcta implementación de las soluciones técnicas.

El término riesgo se entiende como una función de la frecuencia de ocurrencia de un evento no deseado y de sus consecuencias. Las posibles consecuencias adversas de eventos no deseados (desastres naturales, accidentes como por ejemplo el colapso de una estructura, etc.) son variadas.

En términos generales, incluyen daños personales, particularmente la pérdida de vidas humanas, daños
medioambientales y pérdidas económicas, directas (reconstrucción, productividad, etc.) e indirectas (demora de los usuarios, impacto sobre el crecimiento económico, desempleo, etc.).

En ingeniería (civil y edificación), los riesgos para las personas suelen ser dominantes, tanto por motivos éticos como por razones legales. Consecuentemente, se suele simplificar la representación de las consecuencias de los fallos estructurales teniendo en cuenta únicamente la pérdida de vidas humanas.
Eso significa que el riesgo mortal no solamente se considera representativo para los posibles daños personales en general (aparte de la pérdida de vidas humanas, un evento no deseado naturalmente también puede causar heridos de diferente gravedad) sino, en un sentido más amplio, se considera representativo de los riesgos inherentes a un sistema técnico (en el presente caso, el sistema sería una estructura).

Gracias al seguimiento continuo, estas herramientas permiten anticiparse a la ocurrencia de patologías o fallos, mediante un pronóstico de las consecuencias antes de que estas ocurran, motivando actuaciones predictivas y reduciendo los posibles costes de reparación superiores que muchas veces conllevan las reparaciones cuando ya se han producido daños mayores.

Se busca la resiliencia estructural ante la manifestación repentina de vicios ocultos o eventos extremos,
generalmente, se cuenta con menos margen de tiempo para planificar posibles actuaciones; y de ahí la utilidad de los sistemas de monitorización.


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