¿Qué son los niveles de riesgo estructural y qué debe tenerse en cuenta al respecto?

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El nivel de riesgo de una obra define las consecuencias que podría suponer llegar a un cierto nivel en el sistema de medida, pudiendo incluso, en el caso pésimo, llegar a producirse el fallo estructural durante su construcción o en servicio.

Todas las estructuras tienen un riesgo intrínseco. Ya desde la fase de proyecto se tiene en cuenta que las hipótesis tomadas, los cálculos realizados o la futura construcción pueden tener desviaciones, con el consecuente aumento de la probabilidad de fallo estructural.

Por ello, se emplean coeficientes de seguridad, mayorando y minorando ciertos valores, para tener así mayor fiabilidad en cuanto a la seguridad de la estructura.

En la etapa de servicio de cualquier manera se pueden establecer umbrales de aviso, que son valores límite que se establecen para las medidas que se toman, y que si se superan o caen por debajo implica que se genera una alerta o aviso – a la propiedad, al gestor, a quien se encarga del mantenimiento o a quien se haya acordado en el protocolo – para que se puedan tomar decisiones informadas y realizar la gestión de la estructura correctamente.

Estos umbrales deben ser establecidos por técnicos competentes y especialistas en el seguimiento de la estructura. En cualquier caso, el análisis de umbrales que impliquen decisiones o actuaciones debe realizarse teniendo en consideración el conjunto del sistema de auscultación, apoyándose en redundancias o concomitancias de medidas que eviten “falsas alarmas”.

En una estructura monitorizada se deben identificar las características a controlar, las cuales permitirán
cuantificar la gravedad que supone una cierta desviación del comportamiento normal de la estructura o el avance de un deterioro monitorizado, y que llegarán en forma de avisos al sistema de monitorización.

En este sentido, resulta imprescindible, en el propio proyecto de monitorización, haber establecido niveles de riesgo, así como las pautas generales de cómo proceder en cada uno de ellos, que permitan a propiedades y gestores tomar decisiones cuando se produzcan las citadas alertas o avisos.

Una contribución principal de la monitorización estructural es proveer de un sistema continuo de aviso temprano, por ejemplo, mediante alguna técnica de detección de valores atípicos o anomalías* que establezca un umbral de detección fiable en base a un periodo de medida de referencia.

Entonces, podría recurrirse a inspecciones y/o ensayos locales a demanda de dicho sistema de monitorización permanente, siendo el conjunto de las técnicas disponibles, junto con modelos de cálculo y el juicio técnico, los que determinen las actuaciones pertinentes.

Estos niveles de trabajo, a su vez deberán establecer los tiempos de respuesta con la que se debe realizar una actuación de reparación, refuerzo, protección o rehabilitación sobre la estructura; o incluso si la misma deberá cerrarse al público hasta que se corrijan los fallos.

Todo ello, dependerá, por un lado, de la clasificación en cuanto a gravedad del daño y sus posibles consecuencias, y por otro, de la extensión del mismo, así como de la importancia del elemento dañado.
A modo de ejemplo, se incluyen, a continuación, tres árboles de toma de decisiones en función del nivel de riesgo, clasificado, en este caso, en “verde”, “ámbar” y “rojo”; utilizados en fase de construcción de una estructura, donde las fases constructivas, valores esperables y demás posibles variables tenían una cierta previsibilidad.

 

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En cuanto a qué desviación del comportamiento normal que puede englobarse en cada nivel de riesgo de los anteriores, es algo que también deberá establecerse en el proyecto. Generalmente se atiende a criterios similares a los que se exponen a continuación:

 

 

Lo anterior es a título de ejemplo, ya que también es posible vincular niveles de riesgo a la gravedad de los daños detectados, como se ha expuesto en el capítulo 5.5.

Por último, destacar que, en el caso de estructuras existentes, tanto los propios niveles de aviso como las actividades a desarrollar en cada fase deberán definirse de forma específica en función del objetivo buscado en la monitorización y de las patologías o deterioros esperados.

 


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